Un 29 de mayo de 1982, después de una velada en casa de la hermana de Laurent, la pareja llegó a las dos de la madrugada a su departamento. Romy no quiso acostarse enseguida. Tenía algunas cartas que escribir. Laurent se fue a la cama. Al despertarse por la mañana la encontró sentada sobre el sillón, en la misma posición que la noche anterior. Sobre la mesa había una carta apenas comenzada y algunas escrituras sobre las actividades que debía realizar durante del día. El dolor de la pérdida de su hijo la llevó a sobrevivir diez meses más. Su vida se fue apagando lentamente; apenas comía y sólo escribía cartas a los amigos, hablando de su hijo como si estuviera vivo.
Fue enterrada en el cementerio de Boissy Sans Avoir, a 50 kilómetros de París. Lugar del que ella afirmaba: "En París soy la mujer más feliz del mundo. No existe una ciudad como ésta para vivir la vida". Dos meses después del entierro su tumba fue profanada y su diario íntimo desapareció. Algunos sostuvieron que los escritos eran muy comprometedores para los traficantes de drogas y podían esclarecer el asesinato de Stefan Markovic, el secretario personal de Alain Delon, asesinado en 1968.
El primero que acudió después de su muerte fue Alain, que no quiso asistir a su multitudinario entierro... y todavía hoy, al cabo de los años, recuerda a Romy como el único amor de su vida. Cuando Romy Schneider murió, Alain Delon confesó a un periodista que ella representaba veinticuatro años de su vida y los momentos mas felices de su existencia. Así se fue una grande con una belleza natural inconfundible.
Ilustraba sus coloreadas escenas, junto a su suntuosos vestuarios, como si fuesen robados de un cuento de hadas. Su tristeza y su soledad no tenían refugio en ella y poco a poco fueron adueñándose y copando su vida cada vez más. La dulce sonrisa de la inigualable Romy Schnaider se fue borrando en su rostro y en su mente; sus explicaciones, sus sentimientos necesitaban ser escuchados y no guardados en interminables notas sin un destinatario. Nadie la supo comprender; la soledad la acompañaba y le jugó una mala pasada. Este mundo trágico que le tocó vivir le cortó un ala para poder volar.
miércoles, 16 de abril de 2008
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