Y fue en ese mismo año que comenzó a correr el rumor de sus problemas de salud. En el mes de noviembre la operan de una grave enfermedad. Enterada de las noticias publicadas dijo en un reportaje: «¡No tengo cáncer!». Lamentablemente el mal avanzaba con rapidez.
Su última presentación fue en la tradicional "Botica del ángel", de Bergara Leumann.
Alguien le ofreció una quinta en Don Torcuato -a treinta kilómetros de la Capital- para que se repusiera. Fue inútil, allí falleció. Volvió muerta a su querido pueblo de Humboldt y allí está su mausoleo y una calle con su nombre.
Unos diez años más tarde un señor bien mayor, cabello blanco, de hablar suave, se presentó espontáneamente en mi programa radial "Siempre el tango". Era Ado Falasca, su padre. No quiso reportajes ni que hiciera notar su presencia, sólo venía a entregarme un cassette con diez temas cantados por su hija. Tampoco pidió que lo pasáramos, ni siquiera lo insinuó. Pasaron unos pocos minutos y se fue. No se trató de un reconocimiento especial hacia mí, la misma actitud tuvo con otros programas tangueros. Simplemente, era un respetuoso intento que no se olvidara el nombre de su hija. Tampoco, su paso por el tango y por la vida.
viernes, 13 de junio de 2008
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