Está visto y comprobado que ser Popular y morir joven, es posible pasaporte a futuro Mito. Pero ser Popular, morir joven y además ser lindo y carismático, ya otorga un diploma de Mito inmortal seguro.
Si además, quien se convertirá en Mito inmortal seguro, murió bajo circunstancias trágicas o dudosas, nace un ícono eterno, venerado, inolvidable y atesorado en la magia de la leyenda y el misterio. De eso tratará este blog. De aquellos famosos que se fueron antes de lo previsto.Jóvenes, descaradamente jóvenes, talentosos e idealizados.( Las biografias en su mayoría, son tomadas de Wikipedia)
...Este blog se creó el 23 de marzo del 2008...

Morir Joven : Mito Inmortal

domingo, 25 de mayo de 2008

Cristina Onassis-Misterios sobre su muerte

TRAGEDIA GRIEGA | POBRE MUJER RICA
¿Mataron a Cristina Onassis?
UN LIBRO sugiere que la muerte de la desdichada heredera de Aristóteles Onassis no fue natural ni un suicidio

JAIME PEÑAFIEL

En los últimos años de la década de los 80 la vida de Cristina Onassis, la riquísima heredera del griego de oro, Aristóteles Onassis, había iniciado ya la cuesta abajo en la rodada del tango.Y es precisamente en Argentina, concretamente en Buenos Aires, donde el 19 de noviembre de 1988 falleció repentinamente. Se dijo entonces que víctima de un edema pulmonar. Pero también por propia decisión de poner punto final a su desgraciada existencia mediante suicidio por barbitúricos.


Estos días se ha puesto a la venta en Atenas un polémico libro, La omega de Cristina, del periodista griego Costas Baxevanis, que desvela que la muerte de Cristina no fue natural ni un suicidio sino... misteriosa. A la presentación asistió el presidente de la Fundación Onassis, Stelios Papadimitriu, encargado de velar por el buen nombre del armador y familia, que dejó claro que «no sabemos de qué murió Cristina, pero sí que no se trató de un suicidio».


Por aquellos años 80, Joaquín Sabina, el gran Baudelaire español, le había compuesto un poema titulado Pobre Cristina que comenzaba con estos versos: «Era tan pobre que no tenía más que dinero / besos de sobre / herencia de su padre el naviero / anfetaminas / y alcohol desayunó miss Onassis / pobre Cristina».


En esa estrofa está resumida la vida de Cristina Onassis, una auténtica tragedia griega. En menos de tres años pierde a su único hermano y heredero de su padre, Alejandro, en accidente aéreo (22 de enero de 1973); a su madre, Tina Livanos (10 de septiembre de 1974) y a su padre, Aristóteles Onassis (15 de marzo de 1975). La muerte de sus padres (divorciados desde 1959) y de su hermano (dos años mayor que ella) la dejan, a sus 24 años, en la mayor de las soledades y con la responsabilidad de administrar la mayor fortuna que una persona sola haya tenido jamás en el mundo, para la que, por supuesto, no estaba preparada.


Cristina tenía la desgracia de parecerse a su padre y no a su madre, bella y esbelta. Era demasiado obesa. Bebía hasta 30 botellas de Coca Cola al día. Y no era nada elegante pese a gastar millones de dólares en ropa y en joyas. Pero se dejaba conquistar con un mínimo afecto. Se sabía una víctima fácil.


Deprimida por el matrimonio de su padre con Jackie Kennedy, decidió casarse con el norteamericano Joseph Bolker, al que había conocido en una piscina de Montecarlo. Un don nadie sin oficio ni beneficio, de 48 años, padre de cuatro hijos y dos veces divorciado. La boda, sin el consentimiento paterno, se celebró en Las Vegas el 29 de julio de 1971. Cristina no tenía aún 20 años. El matrimonio duró seis meses.


Tres meses más tarde de la muerte de su padre, que la convirtió en la mujer más rica del mundo, contrajo segundo matrimonio con Alejandro Andreadis, heredero de una fortuna industrial griega.Pero pronto se aburrió del rico marido (para rica, ella) y se divorció. A continuación se casó con Serguei Kauzov, modesto empleado de las oficinas en París de una naviera soviética y posible agente de la KGB. A los pocos meses le abandonó indemnizándole con un petrolero y dinero suficiente para mantenerlo a flote.


A pesar de su enorme fortuna, o tal vez por ella, Cristina, como reflejaron las revistas de la época, se convirtió en una alocada personalidad internacional adicta a todo tipo de drogas y medicamentos que, según el biógrafo de Jackie Kennedy Onassis David Heymann, tomaba para combatir su problema de peso.


Truman Capote escribió de ella: «Solía verla en todos los clubes, siempre con una Coca Cola en la mano. Más tarde pasó a las bebidas dietéticas. Tenía una risa estrepitosa, resonante, pero era una depresiva, con tristes ojos de comadreja. Poseía un voraz apetito sexual y pagaba a los hombres para que la llevaran a la cama».


En 1980 trató de suicidarse mientras se encontraba en Nueva York.Y en 1985 se casó por cuarta vez con Thierry Roussel, el padre de su hija Athina, hoy tan rica como su madre, y cuyos primeros pasos sentimentales no son precisamente prometedores. A pesar de que Roussel era hijo de un rico empresario de la industria farmacéutica francesa, cuando Cristina se divorció, al cabo de tres años, le indemnizó como a otros maridos: 75.000 dólares por día de convivencia, un total de 75 millones de dólares. Roussel mantenía una relación con una modelo sueca con la que tenía dos hijos, el mayor de la edad de Athina.


Ante tanta tragedia, ¿puede extrañar que meses después de este nuevo fracaso falleciera a los 36 años, en la hacienda de sus amigos argentinos Alberto y Marina Dodero?


Ahora, bajo el pretexto de que la policía no fue avisada hasta 16 horas después de que se la encontraran muerta y de que alguien «movió los hilos» para que no se aclarara nada, se levanta, no el cadáver sino el perjuicio de la duda sobre el final de una criatura que fue desgraciada desde el alfa hasta el omega de su vida. Nadie le advirtió de que, como escribió en su poema Joaquín Sabina «al cielo no se va en limusina... Qué mala suerte...Vale más ser la hija de un fulano de tal y echarse un noviete aburrido y formal».

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